Tatuajes, aretes y demás perforaciones

Rosalío Contreras

Quiero dirigirme por un momento hacia aquellos padres que oscilamos entre los 40 y 50 años de edad. Porque nuestra generación ha enfrentado con mucha mayor insistencia que nunca el fenómeno de las perforaciones y tatuajes. Seguramente aquellos padres que me leen, y que oscilan entre la década de los 40 y los 50 nos hemos visto de frente con la sorpresa de que nuestro hijo(a) –en el mejor de los casos- nos ha pedido tatuarse o perforarse. Pero quizá a usted –como a mí- le tomaron por sorpresa el arete o el tatuaje de su hijo. Y recordará para siempre aquel día en el que llegó a su casa para encontrarse con la sorpresa de que su hijo(a) se había tatuado un símbolo raro en la piel o se había perforado la oreja, los labios, la lengua, la ceja o en el ombligo.

   Bien recuerdo cuando mi rebelde con-sentido, cierto día, habiendo llegado de mi consultorio, me encontré con que este jovencito de tal solo 12 años se había puesto un arete en la oreja izquierda. Le confieso que sentí que la sangre se me bajó hasta los pies. Y sólo atiné en decir:

-De veras que te ves muy guapo con un arete… pero ya hablaremos de esto. Ven, vamos a cenar.Como verá, no sabía qué decir, y con esta acción, sólo pretendía comprar tiempo para pensar cómo habría de abordar este asunto sin romper el espíritu impetuoso de mi hijo. Después de cenar y de hablar sobre lo ocurrido durante el día, se me había paso un poco la impresión, y le invité entonces a caminar al parque. Ahí, sí conversamos sobre el asunto del arete. Más abajo le platico cómo finalmente afronté el momento.


Considere que una acción mal dirigida en casos así, romperá de un golpe, no sólo el lóbulo de la oreja -como sucede con el hijo al que el padre, cuando se encuentra en esa encrucijada, de un manotazo le arranca el arete- también romperá el corazón de su hijo.

Pero… ¿Cuál es la mejor manera de tratar esta clase de situaciones que de pronto se presentan en el núcleo familiar y que nos dejan sin aliento? Bastará con dar una vuelta por las calles de nuestra ciudad para poder observar que los tatuajes y perforaciones son cada vez más comunes. Por otro lado, nuestra generación (personas entre 40 y 50) erróneamente relaciona los tatuajes y perforaciones con los vagos y mariguanos del barrio. Y nos confunde observar un “lindo tatuaje” o un “piercing muy sensual” en la piel de la hija del ejecutivo de cuenta del banco, o en la piel del hijo del presidente de la empresa, o en alguno de los hijos del pastor de la iglesia.

   Hasta podrá encontrarse con un arete en la oreja del hijo del psicólogo… Y que no le sorprenda que un buen día se encuentre con la noticia ¡Que su mismo psicólogo tiene tatuado un escorpión en el pecho!  .


Tomemos aire y pensemos en cuál podría ser la mejor alternativa para que verdaderamente logremos ayudar a nuestros hijos a tomar mejores decisiones sobre su propio cuerpo, y sepamos qué decir a nuestros hijos ante semejante circunstancia para que podamos salir bien librados. Indaguemos en el corazón de nuestros hijos. Entendamos el fondo de las cosas, para no juzgar la forma en la que se presentan. Comencemos por entender la psicología de la piel.

La psicología de la piel

   La piel es el órgano que envuelve todo nuestro cuerpo defendiéndolo de toda clase de virus, bacterias y hongos. Por un momento imagine lo que sería de nosotros sin la piel. Lo que pasaría se puede ver en quienes han sufrido quemaduras graves en la piel. Sabrá que quedan indefensos y expuestos a las más fuertes infecciones. Lo que pasa es que la quemadura vulneró su piel.

 La piel nos protege del exterior, pero además, comunica nuestro interior con el exterior. La piel comunica lo que sentimos y lo proyecta hacia las personas que nos rodean. Por ejemplo, la piel enrojece si nos avergonzamos, palidece si nos asustamos, se calienta si nos enojamos y se eriza cuando sentimos frío. Nuestra piel habla por nosotros y elocuentemente dice a los demás la manera en la que deseamos ser tratados.

   Pero ¿qué pasa entonces con las personas que voluntariamente perforan su piel o la tatúan? Pues si la piel nos protege del exterior y proyecta nuestro interior, perforarla o tatuarla bien podría significar dos cosas: Primero, una manera de “reforzar” la barrera de protección –la piel- al ponerle toda clase de aristas de metal y dibujos grotescos. Y segundo, podría ser también un grito desesperado por externar aquello, que la persona que se tatúa o perfora, cree que su piel no comunica efectivamente.

¿Qué buscan nuestros hijos cuando se perforan o tatúan la piel?

La respuesta a esta importante pregunta podría ser tan amplia y compleja, como pueda llegar a ser la divergencia de opiniones que existen en el planeta. Pero si nos concentramos en las dos definiciones anteriores, al considerar los tatuajes y perforaciones como una manera de reforzar la barrera de protección –la piel-, y como un grito desesperado por externar algo que se guarda en el interior. Lo más rescatable en acciones como estas, es poder comprenderemos que aquellos jóvenes que se tatúan y perforan, justamente a través de estas acciones nos están permitiendo observar el fondo mismo de su corazón.

   He observado cierta recurrencia en algunas razones que persiguen los jóvenes que se han tatuado y perforado, o en aquellos chavos que todavía contemplan la posibilidad de hacerlo. Sólo por mencionar las más comunes que he registrado:


1. Singularidad.

Muy en el fondo de los pensamientos de la gran mayoría de los seres humanos –y no tan en el fondo en el resto de la población- existe un fuerte deseo de ser único y diferente del resto. Distinguirse de los demás. Lograr ser diferente, único e irrepetible.
Sobresalir del montón. Y precisamente es este el primer objetivo que he visto que persiguen algunos de aquellos jóvenes que se han tatuado o perforado, y también en aquellos que todavía contemplan la posibilidad de hacerlo. La idea de la singularidad descansa en el concepto equivocado de que la diferencia otorga la distinción. De que la singularidad concede un valor agregado a quienes la posean.

 Ante esto, podrá identificar que quién busca una marca de distinción como puede ser un tatuaje o un tornillo en la piel, es porque permanece en la búsqueda de un valor, y que por lo tanto, con estas acciones nos está diciendo que él no cree poseer dicho valor.



2. Autenticidad.

El segundo elemento que he encontrado que persiguen algunos otros que deciden tatuarse o perforarse, es ser auténticos. Ser originales es la meta. Lograr poseer el liderazgo que otorga la autenticidad. Lo más curioso de este asunto está en que, aquellos que buscan ser “originales” o “auténticos” tatuándose o perforándose, lo hacen siguiendo a otra persona que lo hizo buscando precisamente lo mismo sin conseguirlo. Quiero decir que, cuando los jóvenes se perforan o tatúan, entran de inmediato a ser seguidores de aquellos que tuvieron “la idea original” de hacerlo. Entonces la originalidad y autenticidad quedan mucho más lejos de ellos.

 3. Identidad.

Este es uno de los elementos de búsqueda que más preocupa a los padres, porque nosotros sabemos que si nuestros hijos se identifican con el grupo de personas que se tatúan o perforan, adoptarán una serie de conductas que nosotros suponemos que dicho grupo hace. Los padres con frecuencia cometemos el error de generalizar: “Si está tatuado y perforado… seguramente se trata de un mariguano agresivo, o en un descuido, quizá hasta es un delincuente”. Cuando no es así. No toda persona que tiene un tatuaje o que se ha perforado la piel necesariamente es un adicto, agresivo o delincuente. Es el temor a lo que se desconocemos lo que con frecuencia puede llevarnos a emitir un juicio de valor y a juzgar erróneamente a estas personas. Pero también es cierto que la asociación e identificación de nuestros hijos con tribus urbanas como los Punks, Emos, Darketos, etc., nos de dos necesidades insatisfechas dentro del núcleo familiar, que son: la necesidad de identidad y pertenencia.


4. Pertenencia.

La necesidad de pertenencia va muy ligada a la anterior. Casi no se puede hablar de la identidad sin considerar la pertenencia, como tampoco se puede decir que una persona goza de una pertenencia plena si antes no ha logrado una fortaleza en su identidad. La necesidad de pertenencia que muchos de los jóvenes que se tatúan o perforan buscan satisfacer.



 5. Distraer la atención.

Finalmente diré que los tatuajes y perforaciones, resultan un distractor muy efectivo de la atención que algunos de los jóvenes -que se toman este camino- pretenden evitar. Puede usted hacer este experimento, trate de concentrar la atención, digamos, manteniendo la mirada fija en los ojos de una persona que tiene un piercing en la nariz o en la ceja, evitando observar aquel objeto ¿Cree que pueda lograrlo? Si ignorar una espinilla es casi imposible, mucho menos evitar distraerse con un objeto brillante y puntiagudo, que nos distrae la atención imaginando lo doloroso que habrá sido para esta persona colocárselo. Distraer o evitar la atención sobre sí mismo, es una señal inequívoca de inseguridad y temor.

 ¿Qué necesita mi hijo que se perfora o se tatúa?

   Esta es la clase de preguntas que los padres debemos hacernos cuando enfrentamos de parte de nuestros hijos, una acción tan aversiva para una familia como puede ser perforarse o tatuar la piel. Si los padres comenzamos por investigar las necesidades de nuestros hijos, nos concentraremos en el fondo de lo que pasa no en la forma en que se presenta. En un breve resumen, basándome en lo expuesto hasta aquí, le decía que quienes se tatúan o perforan la piel –comprendiendo la psicología de la piel- pueden estar buscando reforzar la barrera de protección –la piel-, o podría ser un grito desesperado por externar aquello que se considera que la piel no ha logrado comunicar. Ese “algo” de fondo que se persigue, podría explicarse de cinco maneras simples: La distinción que otorga la singularidad, lograr la autenticidad al hacer algo diferente, identidad y pertenencia al asociarse a grupos con distintivos comunes y finalmente, por inseguridad y temor distraer la concentración de la atención sobre la propia persona.

 
En pocas palabras, quien se perfora la piel o se tatúa, grita a quien pueda escucharlo: No sé quién soy y no sé cuál sea mi valor. Por más que me esfuerzo no encuentro mi lugar y siento no pertenecer a nadie. Sé que estoy en la búsqueda de descubrir mi identidad, y en ese proceso, quisiera ser auténtico y singular para poder así ganarme tu aprecio. Pero soy tan inseguro y tengo tanto temor a que me lastimes con tu rechazo, que prefiero antes, reforzar mi piel con toda clase de artefactos que me hagan lucir agresivo y hostil, para que a ti no se te ocurra acercarte y lastimarme. 

Si su hijo de 13 años expresara lo anterior tal y como lo acaba de leer… ¿Qué haría?... ¡Exacto! Abrazarlo. Decirle que usted lo ama y lo valora. Comunicarle que su lugar está en la familia y que él es una pieza muy importante en su hogar. Seguramente buscaría animarlo y guiarlo en ese proceso de búsqueda de su propia identidad.

En suma, todo lo anterior fue precisamente lo que he tratado de hacer con mi rebelde con-sentido, porque casi podía escuchar sus “gritos silenciosos” en su manera de vestir, en aquellos dibujos grotescos que hacía en su piel.

¿Por qué entonces arrancar el arete de la oreja de su rebelde? O ¿Por qué gritarle que parece un payaso con ese peinado, ese tatuaje y esa ropa? ¿Por qué alejarse de su hijo y culparlo de que es él, quien no quiere que usted se acerque? ¿Por qué permanecer indiferente y menospreciar su necesidad de contacto? Porque quizá usted no supo escuchar o no quiso escuchar esos tatuajes y perforaciones en la piel de su hijo.

 ¿Qué necesita un joven que se perfora o tatúa la piel? Simple: Contacto físico significativo que le comunique que lo amamos. Una palmada en la espalda que le ofrezca afirmación constante sobre lo que verdaderamente puede darle ese valor que tanto busca. Una sonrisa de aceptación a su persona que le confirme que es amado a pesar de que no estemos de acuerdo con sus gustos. Una buena plática que le transmita una sana identidad con nosotros para que pueda sentirse parte integral de la familia. Y principalmente tiempo de lectura bíblica que le ofrezca guía espiritual para que él pueda obtener una conexión con Dios y pueda encontrar sentido y propósito a su existencia. Esa noche salimos mi rebelde con-sentido y yo rumbo al parque. Me tomé un breve momento para platicarle lo que yo sé sobre los aretes. Mi intervención fue esta:

 -Sabes hijo, ponerse un arete tiene un significado. Desde la antigüedad, se acostumbraba perforar la oreja izquierda de los esclavos para identificarlos como esclavos. Aún que no estemos de acuerdo con la esclavitud, eso tenía sentido. Muchos años después, en la iglesia cristiana primitiva, algunos cristianos se perforaban voluntariamente la oreja en señal de identificación con Cristo, diciendo que ahora ellos se consideraban esclavos de Cristo. Eso, también tenía sentido. Pero ahora mi pregunta para ti es… ¿Qué sentido tiene que tú te perfores la oreja?

Esta pregunta marcó el inicio de una serie de pláticas, no sólo sobre el asunto de los tatuajes y perforaciones, sino también de la manera de hablar, de vestir, de la vida misma. Conversaciones que narro en mi libro: “Mi rebelde con-sentido”.

Dos meses después de esta plática, me invitaron a dar conferencias en un congreso de jóvenes a la ciudad de Ensenada. Decidí llevarlo conmigo a este evento como parte del tratamiento que le aplicaba entonces. Y como era de esperarse, en un descanso una mujer se me acercó y me dijo:

-No sé cómo decirle esto, pero… Soy esposa de uno de los líderes que organizan este congreso. Y mi hijo, en repetidas ocasiones me ha pedido que le dé permiso de ponerse un arete. Y como notó la perforación en la oreja de su hijo… quisiera preguntarle si es bueno o no. Si debo dejarlo o qué hago. 


Yo, simplemente llamé a mi hijo que estaba entre los jóvenes y pedí a la mujer que repitiera todo lo que me había dicho. Después, me encomendé al Señor y esperé para ver qué respondería mi hijo. Su respuesta me dejó muy satisfecho. Él dijo:

-Mire Señora, debo decirle que yo perforé mi oreja sin el consentimiento de mi papá. Y ahora sé que esto no es correcto, pero ya tengo esta perforación permanente. ¿Quién es su hijo?  Yo quisiera hablar con él.

 Después que la mujer le indicó quién era, él de inmediato fue a platicar con el joven para explicarle lo que ahora mi hijo creía sobre las perforaciones y tatuajes.  
Valdría la pena, que aquellos jóvenes que piensan en tatuarse o perforarse, pudieran tener una plática profunda con algún hombre honesto que se tatuó en su juventud y que ahora tienen 50 años o más.

Qué respuesta daría un hombre honesto a la pregunta: ¿Te has arrepentido de haberte tatuado o perforado? Afortunadamente para nuestro caso, la piel de mi hijo ya dice cosas muy diferentes. Creo firmemente que los padres debemos ayudar a que nuestros hijos recuperen el control y que le den sentido a sus impulsos.